La actual edición de la Supercopa de Europa reunía, como es constumbre, al campeón de UEFA y de Champions, Sevilla y Milan respectivamente. La cita se acogía entre el ambiente más triste que nunca se haya vivido en un acontecimiento de estas características. Ambos conjuntos acordaron jugar el partido, en honor a la memoria de Antonio Puerta, pese a que el Milan se había ofrecido a retrasar e incluso suspender el partido. Ancelotti comentaba en rueda de prensa que el partido de hoy había dejado de tener todo significado futbolístico hace días. El Sevilla, por su parte, ha saltado al campo con dos escasos y leves entrenamientos en las piernas desde el fin de semana pasado. Además, el conjunto de Juande estaba moralmente abatido y completamente descentrado por la situación. En esta atmósfera oscura y silenciosa se ha jugado esta noche en Mónaco la final de la Supercopa de Europa.El partido empezó con un sentido homenaje al fallecido Puerta, rematado con el nombre que lucían ambos equipos en la parte inferior del dorsal. Los primeros compases del cruce fueron dubitativos, entre una actitud ganadora y una que todavía arrastraba el emotivo minuto de silencio que inauguró el encuentro. Pero pronto Renato pudo dedicar, junto con el resto del Sevilla, el gol que adelantaba a su equipo y que, como dijo Del Nido, lo marcaba también el jugador número doce: Antonio Puerta.
Habiéndose puesto por delante en el marcador, el Sevilla cedió la posesión y el peso del partido a los milanistas, rezagados y esperando la oportunidad de lanzarse a la contra. En alguna de éstas pudo llegar el segundo, pero la falta de acierto y el buen hacer de Nesta y Kaladze impidieron abrir brecha en el resultado. El Milan también tuvo algunas esporádicas oportunidades, aprovechando los quilómetros que el esquema de Ancelotti obliga a recorrer a sus laterales. Unos laterales largos como los del Sevilla, que tomaban en el regresado Alves la referencia para correr a la contra.
La segunda mitad fue arrinconando a los de Juande hasta que, tras un centro medido de Gattuso, Inzaghi ponía el empate con su oportunismo característico.
Al Sevilla le traicionaban los sentimientos desde el minuto 1 y, ya en la segunda mitad, también las fuerzas, viéndose muy limitados en ataque por dicho bajón.
El Milan aprovechó su mayor tono físico y, dadas las circunstancias, también táctico, para seguir con su juego y esperar el momento para rematar la faena. Inesperadamente lo hizo Jankulovski con un remate de volea que hubiera firmado cualquier grande de Europa. Golazo para el checo y sentencia para la final.
El Sevilla ya no pudo levantarse nuevamente y acabó cediendo, pese a sacar a casi todos sus delanteros, ante la organización del Milan. En una última contra, Kaká provocó un penalti que él mismo se encargó de marrar y marcar a la vez, recogiendo con la cabeza el rebote que Palop había dejado tras acertar la dirección del lanzamiento del brasileño.
Una final sin ningún significado futbolístico donde la parte emotiva la pusieron ambos equipos. El Sevilla, en piña y señalando con los dedos al cielo tras marcar el primero gol. Y el Milan, con el elegante Kaká, que en un gesto que le honrará toda la vida, tras marcar su gol se sacó la camiseta por fuera, señaló el nombre de Puerta impreso en la parte inferior y se dirigió a la grada donde estaban los aficionados del Sevilla.
Ni Milan ni Sevilla alzaron la copa, fue Puerta, quien ha hermanado toda Europa en un silencio estremecedor y muy sentido.
Redactor - Roger Llorens






















