Arsenal y Arsène Wenger ya hace 15 años que conviven en un proyecto cambiante y presumiblemente ganador.
En sus inicios, el entrenador francés optó por un modelo basado en la consolidación de una defensa robusta y de experiencia, inglesa en su totalidad, con nombres como los de Adams, Keown, Dixon o Winterburn. A ellos sumó el centrocampista Patrick Vieira, que le acompañaría a lo largo de sus mejores años futbolísticos en la aventura gunner, y dejando la magia atacante en las botas de un de los mejores delanteros del mundo entonces, Dennis Bergkamp.
Jugadores en su mayoría conocidos en el fútbol mundial que poco a poco fue revistiendo con una mezcla de promesas y jugadores talentosos. Con dicha filosofía se fueron incorporando al Arsenal jugadores como Henry, Pires, Overmars, Petit, Ljungberg, Campbell, A.Cole... que darían el plus necesario para volver a convertir al equipo del norte de Londres en un candidato capacitado para coronarse en la Premier League. Así llegaron, pues, los mejores años de Wenger en el Arsenal, ganando 3 ligas en 8 años y haciéndose con el subcampeonato en 4 ocasiones más. Por lo tanto, exceptuando el primer año de Wenger en el banquillo del Arsenal, los 7 siguientes años luchó por el título liguero, quedando como ganador o subcampeón.
Era un proyecto ambicioso, sin grandes inversiones ya que fichaban jugadores a menudo secundarios en sus equipos pero con una alta proyección futura desaprovechada. Un plan A que funcionaba, daba espectáculo y una regularidad a la hora de ganar trofeos que el Arsenal no tenía des de los años 30.
Pero un día llegó Cesc Fàbregas, el niño prodigio catalán que simboliza el cambio de filosofía en el Arsenal. Las estrellas iban decayendo en su juego y cayendo del equipo por jugosas cantidades en el momento preciso en que su fútbol se venía abajo. Un degoteo constante de figuras que cogían las maletas rumbo a otros equipos, ligas, o incluso la retirada. Bergkamp colgó las botas, Vieira no se identificó con el equipo joven y de futuro que Cesc lideraba, a Ljunberg le fueron pesando los años, Pires mantuvo su calidad pero necesitó de una liga con un ritmo de juego mucho menor a la inglesa para seguir rindiendo como lo hizo en el Villarreal, la zaga inglesa que tanta seguridad dio en sus inicios al equipo de Wenger fue retirándose también, Cole optó por la propuesta del Chelsea, etc... Henry fue el último en abandonar el barco rumbo a Barcelona y entonces Van Persie quedó, casi por descarte, como la estrella del equipo junto a ese joven catalán que crecía a pasos agigantados. El holandés es otro ejemplo del modelo, llegado para progresar y convertirse en figura mundial pero con la diferencia que sus primeros años los convivió con grandes estrellas de las que aprender y no como líder improvisado.
La metamorfosis del Arsenal coincidió con su devacle deportiva, consiguiendo tan solo 3 trofeos menores en los siguientes 8 años. Se apostaba por los jóvenes para una idea de futuro de calidad futbolística y un modelo que fuera la referencia a nivel mundial. El problema es que los jóvenes deben aprender y se quedaron sin iconos a quienes intentar tirar túneles en los entranamientos o a quienes emular sobre el terreno de juego.
La historia reciente del Arsenal es por todos conocida, y cuando Van Persie sigue siendo la única estrella del equipo año tras año es que algo no encaja. Un proyecto fallido que parece no tener plan B, pues siguen apareciendo jóvenes talentos que podrían aportar mucho al fútbol mundial en los próximos años pero que tienen que ser autodidactas frente a un televisor y no junto a sus compañeros. En camino están los Wilshere, Diaby, Song, Walcott, Ramsey, etc... títulos no darán seguramente, fútbol esperemos que sí, porque atesoran mucho, pero esto seguramente ocurra lejos del Emirates Stadium.
Redactor - Roger Llorens
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